Vivimos convencidos de la veracidad de todo lo que percibimos a través de nuestros sentidos. Confiamos en que nuestra percepción nos proporciona una representación fiel de la realidad. Pero existe una enorme diferencia entre lo que hay ahí fuera y la experiencia de lo que consideramos la realidad. Dicho de otro modo, no operamos directamente sobre el mundo, sino sobre las interpretaciones del mundo que hacemos a partir de nuestros sentidos. En otras palabras, el mapa no es el territorio. De hecho cada uno de nosotros dispone de una representación de la realidad, de un mapa diferente, único y personal, que nos permite guiarnos a través del mundo. Pero si existen tantos mapas de la realidad como personas, ¿cuál es la verdadera realidad?

¿Qué es la realidad? ¿Es real?

Ernst von Glaserfeld, teórico del constructivismo radical, afirmaba que no es posible conocer cuál es la realidad y que, en todo caso, sólo podemos saber lo que la realidad no es. 

Paul Watzlawick, ilustró esta afirmación mediante la metáfora del capitán de navío que tiene que cruzar de noche y en la más absoluta oscuridad un estrecho del que no dispone de carta de navegación. Si el barco choca contra los arrecifes y naufraga, quedará demostrado que el rumbo trazado por el capitán no era el correcto. Y si la nave consigue evitar los escollos y llegar a mar abierto, esto sólo demostrará que el rumbo elegido no implicó una colisión. El éxito del capitán a la hora de trazar la ruta no le permite conocer la verdadera naturaleza del estrecho. De esta manera podrá dibujar una carta de navegación, aunque ésta no reflejará donde están los arrecifes, sino el trazado de una ruta donde los arrecifes no están. Otra vez, el mapa no es el territorio.

Y, ¿cómo creamos cada uno de nosotros estos mapas, estos modelos de la realidad? Teniendo en cuenta que los expertos en comunicación han calculado que el número de estímulos (internos y externos) que recibe una persona por segundo se encuentra en torno a los 10.000, es necesario realizar un proceso de selección de esta información para no quedar saturados por la misma. Esta selección se produce a partir de las limitaciones neurológicas, sociogenéticas y personales, que actúan como filtro de la información.

  1. Las limitaciones neurológicas son las que vienen dadas por nuestros sentidos. Nuestra capacidad auditiva está restringida a una banda de frecuencias concreta, así como nuestra visión es sensible a un rango de longitud de onda determinado. Lo mismo ocurre con el resto de sentidos. Estas limitaciones son comunes para todos los seres humanos y hacen que percibamos el mundo de una manera totalmente diferente a como lo hace un perro o un gusano.
  2. Las limitaciones sociogenéticas son aquellas que nos vienen dadas por nuestro grupo social y cultural y, especialmente, por el lenguaje. Es ya bastante conocido el ejemplo de los esquimales que disponen de treinta palabras para referirse a treinta variedades de nieve, que nosotros no seríamos capaces de percibir como diferentes.
  3. Por último, las limitaciones personales son aquellas que son fruto de las experiencias vividas desde el nacimiento y, por tanto, son únicas y características para cada uno de nosotros. La influencia de los padres y otras figuras de autoridad, la educación recibida, las experiencias traumáticas y un largo etcétera de experiencias configuran la manera en que cada uno forma su visión de la realidad.

Teniendo en cuenta la enorme cantidad de estímulos que nos llegan desde el mundo (y desde nuestro interior), y la variabilidad a la hora de filtrarlos y de decidir qué información es esencial y relevante, podríamos afirmar que es un pequeño milagro que dos personas puedan llegar a estar de acuerdo sobre alguna parte de la realidad.

Aunque el hecho de no poder saber realmente qué es la realidad puede parecer desalentador, vale la pena tomar conciencia de que nuestro papel en la construcción de nuestra realidad es un papel activo. Este hecho nos debe permitir cuestionarnos la veracidad de nuestras percepciones y creencias, especialmente ante las adversidades de la vida, y hacernos conscientes de nuestra parte de responsabilidad a la hora de crear nuestra experiencia de la realidad.

Podemos elegir aceptar una realidad inamovible, o podemos elegir desafiar una realidad de la que somos partícipes como co-creadores, atreviéndonos a revisar el mapa e, incluso, a retocarlo. Pero para hacer esto debemos ponernos a prueba, cuestionando la manera en que entendemos el mundo y a nosotros mismos. Desafiar el mapa descubriendo el territorio a través de la acción. Paso a paso.

Como decía Marcel Proust, aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia.